sábado, 26 de febrero de 2011

Señora Desgracia

Es una mujer alta y delgada con la piel llena de cicatrices por el paso del tiempo. Tiene una mirada de ojos almendrados a veces demasiado dura, a veces demasiado temerosa. El pelo gris torpemente recogido en un moño, deja caer algunos mechones revueltos alrededor de su cara, en tiempos hermosa.

En una casa, también vieja, también descuidada, se refugia. Una casa encantada, maldita, digna de una bruja. Pero Señora Desgracia no es una bruja, aunque sus gritos se oigan por las noches y provoquen las pesadillas de los niños, aunque a la luz del día susurre para sí incoherencias que podrían confundirse con hechizos.

Pero no, no es una bruja, sólo es una desgraciada.

Dicen que está loca. Dicen que huye del mundo, de sus penas y de sus guerras, de las enfermedades y de las injusticias. Dicen que el amor la hizo enfermar y que el odio congeló su corazón, que su encuentro con el ser humano la conmocionó y desde entonces no se atreve a salir de su caparazón.

Pobre Señora Desgracia, el anhelo de vida la mató.

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