martes, 24 de septiembre de 2013

Andadurías por Madrid: Parque de Roma

Aprovechando el tiempo libre que tengo últimamente, me he propuesto salir a andar y conocer un poco más esta ciudad (tras dos años va siendo hora). El problema es que me está dando mucha pereza coger el metro o cualquier otro tipo de transporte, así que me estoy dedicando a conocer a fondo mi nuevo barrio.

En principio no hay mucho que ver en Moratalaz (al menos es la impresión que tengo hasta ahora, espero que cambie); un sitio tranquilo que no parece ni que forme parte de la capital, con edificios de pocos pisos, abuelitos y familias paseando por la calle y barias terrazas de bares (eso eh bueno). Pero he de admitir que me ha sorprendido gratamente una cosa, hay gran cantidad de parques. Y desde el baremo de un madrileño pueden ser no gran cosa, no demasiado grandes... pero me he cruzado con varios de mayor tamaño que mi pueblo.

Hoy mirando el google maps antes de ir a comprar un par de cosas a Mercadona, me fijé en una gran masa verde al otro lado de la M-30: el Parque de Roma. Tenía varias reseñas positivas (excepto una no tanto diciendo que no era demasiado grande, pero ya he mencionado que el sentido del tamaño lo tienen atrofiado por estos lares), y al estar bastante cerca de donde vivo me fui a explorar.

Tras cruzar uno de estos puentes de vértigo que sobrevuelan las autopistas me di cuenta de que el bosque que se encontraba a mi derecha era en realidad el parque que estaba buscando. Vi a un hombrecito subiendo una cuesta de aproximadamente 90º de inclinación y pensé que lo mejor que podía hacer era adoptar el comportamiento de los lugareños para integrarme. No conté con que ese hombre aparentemente centenario me superaba en capacidad física (lo cierto es que tampoco es difícil estar en mejor forma que yo, pero mi orgullo sigue herido), por lo que no tardé en perderle de vista mientras luchaba por sobrevivir aferrándome a las briznas de hierba. Pero llegué a la cima para sorpresa de los perros que correteaban a mi alrededor, y tras recuperar el aliento en un banco me puse a recorrer el parque.

Estaba lleno de parejas dándose el lote en el césped, ancianos paseando al perro, familias con niños pequeños, gente corriendo, jugando al fútbol... Incluso había un grupo numeroso de niños con dos monitoras que les enseñaban a hacer estiramientos y ejercicios físicos; me entretuve un rato viéndoles moverse como tortugas boca arriba y esforzándose por lograr hacer bien lo que les decían para acabar cuanto antes con esa tortura. Pero no tardé en irme de allí; por cómo me miraban los adultos debí de salir de casa con unas pintas de yonkie peores de lo que creía, y quedarme observando a menores de edad en mayas no iba a mejorar las cosas. O puede que sólo sea una paranoica, pero en cualquier caso alejarme de grupos numerosos me parecía la mejor opción.

Y acabé sentada bajo un árbol leyendo un buen libro mientras Rodolfo (ese crustáceo rosa que sale en la foto), mi nuevo compañero de aventuras, jugaba con las hojas. Y así hasta que anocheció. Un buen día vaya.


Sé que es una entrada demasiado larga para hablar de un parque y de las chorradas que se me pasan por la cabeza. Pido perdón por ello. Supongo que ha pasado demasiado tiempo desde la última vez que escribí por aquí; tenía muchas ganas de hacerlo pero no me sentía demasiado inspirada, y dado el contenido de toda esta parrafada parece que sigo sin estarlo xD

Bueno, todo llegará. ¡Un saludo!


M-30
Cada vez que hago una foto de éstas me da la impresión
 de que mi móvil acabará estrellado en el parabrisas de algún coche

No hay comentarios: