lunes, 18 de octubre de 2010

Despertar

¿Sabéis de esos diálogos internos que se tienen a veces, en los que dos o más vocecitas dentro de tu cabeza empiezan a decir tonterías y a discutir? A mi últimamente me pasa mucho.
Creo que se debe a esa otra parte de mi que está despertando. Y claro, es en plan levantarte una mañana y encontrártelo todo patas arriba. Los discos de música desperdigados por el suelo, los libros con las páginas arrancadas, cristales rotos, toda la ropa fuera del armario... y una niña acurrucada en un rincón y llorando.

"¿De dónde ha salido esa niña?" Te resulta familiar, y te acercas para ver qué le ocurre.

Ves que está sangrando. Inmediatamente piensas en los cristales que hay por todas partes, y ante la preocupación y el miedo te cuesta decidir qué hacer primero.


"Lo siento... ", escuchas, "lo he dejado todo hecho un desastre..."

"¿Has sido tú? ¿Por qué?"

"Estaba sola y me asusté. Me abandonaste."


Es en ese momento cuando te fijas en lo mucho que te duele el pecho. Te pones la mano a la altura de donde debería estar el corazón, y te encuentras con una enorme mancha de sangre caliente. La misma mancha que tiene la niña.

Y te das cuenta.

¿De qué? De que esa niña, necesitada, dependiente, llorona, forma parte de tí tanto como tú de ella. Que os necesitáis mutuamente, ella para que la cuides, tú para recordar la importancia de un corazón.


Así que ¡tú dormilona! Ponte a limpiar y a cuidar de esa niña. No comiences de 0, no olvides, aprende de lo vivido y recuérdalo cuando sea necesario. Aprende a sentir dolor, echar de menos a lo que se fue y a estar sola, así como a hacer acopio de valor y demostrar tu increíble fuerza a la hora de sacar una sonrisa que deslumbre al mundo.


A deslumbrar se ha dicho. Y no te sueltes de la mano.

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