miércoles, 10 de agosto de 2011

Cuaderno de bitácora III

Miércoles 10 de agosto, 1:17

Ya ha pasado el cuarto día desde que llegamos a Aldeanueva. Tras escribir mi última entrada en la biblioteca, me fui a la habitación contígua para ver los libros que había. Ha sido la segunda vez que la encantadora bibliotecaria casi me deja encerrada (la primera fue el lunes, estando yo al fondo apagando el ordenador y ella con prisas). Desde luego esta mujer me recordará siempre como el espectro que aparece en la oscuridad a última hora, cuando todos se han ido y nadie puede escuchar sus gritos de pavor...

:D Me gusta ser recordada así ^^

Hoy en la residencia de mi abuela una ancianita cumplía años, así que los metieron a todos en una sala donde una de las chicas que trabajaban ahí se peinó con dos coletas, se pintó con coloretes e hizo una especie de actuación de payaso muy sosa. Sólo por las pintas, he de decir que yo lo sé hacer mejor ¬¬ (no hay más que leer una de mis entradas anteriores).

La verdad es que no aguanté mucho viendo eso, así que me refugié en la habitación de mi abuela leyendo un libro (El ocho, de Katherine Neville, esta noche lo termino).

Paseando por los pasillos del edificio, que con un poco de decoración serían adecuados para hacer una película de terror, me crucé con una adorable parejita que ya conocía de vista. Él con sus andares de pato empujando la silla de ruedas de su mujer, siempre llevan sombreros de paja y van de forma encantadora a todas partes, toman la merienda en los recintos de la residencia o se quedan sentados en el jardín tomando el sol. Siempre habla él, la mujer mira atentamente a los oyentes mientras el hombre cuenta de forma risueña cosas típicas de abuelitos.

Los adoro *-*

Pasando a otra anécdota de la residencia, hoy ha ocurrido una desgracia que ha conmocionado a todos los que allí se encontraban: ha muerto una gallina. Porque sí, señores, tienen un corral con varias gallinas poniendo huevos (de hecho uno de los entretenimientos con mi abuela es ir a ver cuántos huevos han puesto) e incluso un huerto con varios tipos de hortalizas. Así alimentan el espíritu campesino de sus experimentados corazones.

El caso es que estaba yo en la cafetería sentada con mi abuelo, cuando llega mi tía y me dice "Laura, vamos a ver a la gallina muerta con tu abuela". Yo, claro, acepté. Una gallina muerta no se ve todos los días.

Ahí estaba la desgraciada ave. Por lo que pude deducir de la escena del crimen, la gallina murió dentro del corral, alguien la sacó y la metió en un cubo, que posteriormente se volcó quedando el cadáver ahí tirado. Y una gatita preciosa, muy pequeñita pero que al parecer había parido ya dos veces, merodeando entre las plumas.

Al verme acercarme mi tía me dijo:

- Ni se te ocurra tocar a la gata Ò_o

- Sólo quería hacerle una foto... - murmuré cabizbaja mientras volvía con ella.

- Ah bueno... - torció el gesto - Un momento, ¿a la gata o a la gallina?

- Por favor tía, a la gata, cómo le voy a hacer una foto a una gallina muerta... - "...no hay sangre ni nada de mi interés", pensé.

- ¿A la gata? ¡Bah! ¡Para qué quieres hacerle una foto a una gata! Pensé que se la querías hacer a la gallina, que es mucho más interesante.

- O_O ¿Por qué piensas que quiero hacerle una foto a una gallina muerta?

- Pues porque es algo... friki.

Lo que me mató fue cómo dijo lo de friki, como recreándose en cada letra de la palabra, y que lo relacionara con la fascinación por los animales muertos.

En fin, que tengo una tía que piensa que soy una macabra enferma y una friki. No es que esté desencaminada pero creía que mantenía esa oscura faceta de mi ser oculta a mi familia...

Bueno, mañana iré a la biblioteca y me despediré de la encantadora bibliotecaria como se merece. Es posible que le provoque un infarto.

¡Un abrazo!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Eres una macabra enferma y lo sabes.

Cosa Cosota dijo...

Sí, pero no sabía que mi tía lo sabía xD

¿Y tú cómo lo sabes?