lunes, 15 de agosto de 2011

Cuaderno de bitácora VI

Una noche más vengo aquí para aburriros con mis desventuras.

Esta mañana la he dedicado concienzudamente a tocarme las narices. Ha sido un trabajo delicado en el que mi vida ha peligrado en más de una ocasión, pero yo me he mantenido concentrada y decidida a lograrlo.

Por fin he cumplido mi sueño de volver a comer la rosada. Se trata de un pescado riquísimo que probé en Benalmádena, y al regresar a Andalucía me propuse volver a disfrutarlo. Pero se ve que no es un plato tan típico como en Málaga, y al final lo hemos comprado y cocinado nosotros en casa. Pero igualmente riquísimo, rebozado y con salsa alioli...

¡Basta de hablar de comida!

Por la tarde he ido al cine con mi padre a ver El origen del Planeta de los Simios. Iba yo muy poco convencida, pero a mi padre se le antojó ver alguna película y no había mucho donde elegir. Además, James Franco...

El caso es que no estaba mal, dan una explicación medianamente razonable para el origen de lo que vemos en la película original (la verdad es que el título es bastante explícito). O puede que al estar semiprotagonizada por el más importante de mis amores platónicos no esté siendo muy objetiva.

Sinceramente, me da igual. Me he pasado dos maravillosas horas babeando frente a la pantalla, y eso no me lo quita nadie ^^ (aunque me de pena comprobar que a mi amorcín se le empieza a notar la edad... en los últimos años le han salido unas ojeras muy poco atractivas, pero yo lo quiero igual).

Al salir del cine hemos ido a cenar a un italiano, y cuál ha sido mi sorpresa al llegar y observar que se trataba de italianos de verdad O.O Es la primera vez que voy a un italiano auténtico en España.

La camarera que nos atendía era una encantadora rubita súuuper salá, siempre sonriendo. Nos ha encandilado de tal manera con ese adorable acento italiano que nos convenció para que tomáramos un postre, a pesar de que ya habíamos pedido la cuenta. Nos llega a pedir el número de la tarjeta de crédito y no dudamos en dárselo, vaya...

El restaurante era una pasada. Está escondido entre unas callejuelas de Jerez, y se trata de una antigua bodega reformada. Pero lo curioso es que en el centro justo tiene un patio con más mesas para poder comer. En determinado momento de la noche, hemos oído a un camarero discutiendo con nuestra querida italiana; al parecer ella había sentado a unos clientes en una mesa que una tal "rubia" había pedido encarecidamente que se le fuera reservada. Nosotros observamos con ojos como platos cómo pedían a la parejita que se cambiara de mesa. Ya ves tú qué diferencia había, un metro...

El tiempo pasaba y esa "rubia" tan exigente no llegaba. Finalmente la pareja que se había sentado en la codiciada mesa terminó de cenar y se fue antes de que el misterioso cliente llegara.

Y al final de la velada las vimos. Las reconocimos al instante. Dos mujeres, una que reconocimos como la "rubia" (sobra decir el color de su pelo teñido) con un vestidito, y una morena embutida en unas mayas de leopardo. Entraron como divas comiéndose el mundo y, como era de esperar, se sentaron en LA mesa (que por cierto, era la peor, la que estaba al lado de la puerta del patio...).

Descojone total que tuvimos Mariángeles y yo viéndolas buscando cobertura con sus móviles de última generación, o con su bolso mitad caniche mitad barra de pan.

En fin, se acabó el tochaco aburrido y llegaron las fotos :) ¡Buenas noches!


He aquí mi toyaca

Por "sólo 40 céntimos más" la jartá a palomitas que me dí

Un tío vivo que encontré por las calles

El restaurante estaba decorado con bocetos del David

He aquí la codiciada mesa, antes de que las divas llegaran

No se le ve muy apetitoso, pero es el tiramisú
más rico que he probado en mi vida

1 comentario:

conejito zombi ◕‿◕ dijo...

Qué chulo el tío vivo y el restaurante italiano *_*